Con el país atento y en vilo por la tormenta Franklin, no recibió la atención que amerita y pasó prácticamente inadvertido el Día Internacional de los Parques Naturales que se celebra cada 24 de agosto, con la finalidad educar sobre la importancia de la conservación y protección de las especies existentes.
Nunca será tarde para resaltar lo fundamental del tema que honra la fecha, pero hay que deplorar que por el fenómeno atmosférico no hubo ocasión para ningún tipo de actividad conmemorativa.
Ni oportunidad existió para insistir en la necesidad del cuidado de los parques nacionales y de la toma de conciencia en la población acerca de su preservación. Incluso, para recalcar que nunca hay que bajar la guardia ni desmayar en cuanto a planes de reforestación.
Precisamente cuando se habla de preservar y cuidar los parques nacionales, la palabra reforestar adquiere particular importancia por ser una actividad cuyos resultados se ven en años, por lo que no es común que se encuentre entre las prioridades de los gobiernos y de los políticos, por tratarse de una cuestión que al no dar rédito inmediatamente, se asume como cosa para que nuestros hijos y nietos agradezcan.
Así es que con frecuencia se diluye en los programas de gobierno la preservación de los recursos naturales, por lo que el día de los parques, y todos los días, son fechas oportunas para recalcar su defensa.
El Día Internacional de los Parque Nacionales que pasó inadvertido para nuestras autoridades aparentemente por las mismas razones que estamos recordándolo hoy, es una fecha para la que se debe preparar, con anticipación, un calendario de actividades destinadas a resaltar su importancia como reserva estratégica de recursos naturales.
Esta creación de conciencia tendría que comenzar en la escuela, incluso desde la primera infancia, como garantía de un mejor futuro, resaltando la importancia de la conservación de nuestros parques nacionales, de las especies existentes y la protección de su flora y fauna.
El cuidado de estas áreas tiene que enfocarse en evitar la invasión por parte de desaprensivos que utilizan sus tierras para siembras clandestinas, combatir la depredación de sus recursos y, fundamentalmente, proteger toda su superficie como si se tratara de auténticos santuarios naturales donde se rinde culto a la preservación de la vida.
elcaribe.com