Los abusos sexuales perpetrados por miembros de la Iglesia católica, especialmente casos en donde las víctimas eran menores de edad, comenzaron a explotar públicamente cuando Juan Pablo II aún vivía. No sólo eso, sino que salieron a la luz los esquemas y manipulaciones para encubrirlos.
La Iglesia Católica se ha visto sacudida por incontables escándalos de abuso sexual infantil en las últimas tres décadas. Una investigación independiente publicada en octubre del 2021 reveló que hubo unas 216.000 víctimas de abuso sexual, en casos cometidos por el clero de Francia entre 1950 y 2020. En Australia, una investigación de alto nivel sobre el abuso sexual infantil institucional encontró en el 2017 que 4.444 presuntos incidentes de abuso habían sido denunciados a las autoridades de la Iglesia. En casi ninguna ocasión fueron investigados.
Llegó un punto en el que la acumulación de testimonios y la indignación global hicieron que el Vaticano ya no pudiera mirar para otro lado. La intensa cobertura mediática de los sacerdotes pedófilos llevó a un necesario mayor escrutinio de las prácticas de la Iglesia.
Benedicto XVI impulsó cambios revolucionarios en la ley de la iglesia para facilitar la expulsión de sacerdotes depredadores, y despidió a cientos de ellos, además de ser el primer pontífice en reunirse con sobrevivientes de abuso. A pesar de estos avances, muchas de las víctimas creen que se quedó corto. “Desde nuestro punto de vista, el Papa Benedicto XVI se lleva décadas de los secretos más oscuros de la iglesia a su tumba con él”, dijo a Associated Press SNAP, el principal grupo de sobrevivientes de abusos del clero con sede en Estados Unidos.
Por eso, luego de su renuncia, a quien le tocó levantar el guante fue a Francisco. El mayor traspié en su lucha contra los abusos dentro de la Iglesia fue cuando nombró a Juan Barros como obispo de la diócesis chilena de Osorno en 2015, pese a que había sido compañero del sacerdote pedófilo más conocido de la nación sudamericana -Fernando Karadima- y de haber sido señalado por las víctimas, que dijeron que fue testigo de lo que ocurría e ignoró los abusos.
Francisco defendió a Barros durante su viaje en enero del 2018 a Chile: “El día que me traigan pruebas contra el obispo Barros, hablaré. No hay ni una sola prueba en su contra. Todo es calumnia. ¿Está claro?”.
La indignación en Chile y en el exterior creció. Al regresar al Vaticano, Francisco ordenó una investigación que determinó que había sido mal informado sobre el caso. Se disculpó con las víctimas y admitió “graves errores” luego de leer un informe de 2.300 páginas sobre los abusos en Chile. El 11 de junio de 2018 Barros debió renunciar al obispado.