De entrada la precisión de que haber titulado crianza y no educación de niños y niñas, y hasta de adolescentes, está acorde con la intención del escrito, porque la pretensión es precisamente esa: hablar de lo que se les enseña principalmente desde el hogar, de la orientación que reciben en casa, del tiempo que se les dedica para crearles hábitos y “disciplinarlos” casi siempre según las costumbres y valores familiares.
La reflexión la motivan las palabras y discursos alrededor del reciente premio World Vision de periodismo por los niños, concurso en el que proliferaron los temas que desentrañan la desprotección de nuestros niños, niñas y adolescentes, entre ellos los abordados en las tres historias periodísticas que resultaron ganadoras: Embarazo en adolescentes, Del sexting a la pornografía infantil y La ingesta accidental de productos cáusticos.
Pero volvamos a la crianza, sin ánimo de dilucidar ni comparar su diferencia, que la tiene, con la educación, porque en su intervención en ese evento la primera dama Raquel Arbaje se empeñaba, de manera consciente, en hablar de crianza acompañada de otra expresión significativa: la de criarlos con “la agenda dominicana”.
Habrá que indagar qué entiende la también presidenta del Gabinete de Niñez y Adolescencia por “agenda dominicana”, pero pensándolo bien, sin ir muy lejos, existe y gana terreno otra agenda que pretende imponer desde el extranjero a los niñas y niños dominicanos valores extraños a su cultura y tradiciones.
A esa agenda que nos llega desde fuera, la que cuenta con epígonos locales abanderados de la ideología e identidad de género, se le debiera contraponer esa “agenda dominicana” que contemple una crianza, no un lavado de cerebro a nuestros niños, niñas y adolescentes, para que alcancen niveles de conciencia, facultades y destrezas sin afectar su desarrollo físico y moral y sin injerencias arbitrarias o ilegales “en su vida privada e intimidad familiar o que puedan estigmatizar su conducta o comportamiento”, como lo contempla el Código del Menor.
Necesitan ser guiados con inteligencia, para encauzar sus inquietudes y corregirlos adecuadamente, pero que también los forme como hombres y mujeres de bien, capaces de integrarse a la sociedad y de construir un mundo más justo, más solidario y más humano.
fuente elcaribe.com