Las cartas pastorales suelen ser documentos de alertas de la Iglesia Católica acerca de situaciones que afectan a la sociedad. Son la instancia de mayor nivel para pronunciamientos de la jerarquía eclesiástica.
Esos mensajes que son suscritos por la Conferencia del Episcopado, que es la voz de la Iglesia, por lo general surgen cuando hay temas de alta preocupación en la sociedad. Son recordatorios de temas pendientes, de problemas por enfrentar.
La pastoral emitida el pasado viernes en ocasión de la conmemoración, el sábado, del Día de la Altagracia, fue dirigida a tres aspectos centrales: Delincuencia, pobreza y corrupción.
Además de enumerar y comentar esos tres males que afectan a la sociedad, los obispos dominicanos llamaron a poner los oídos y el corazón en el pueblo.
Criticaron el individualismo por entender que es causa u origen de muchos males sociales que destruyen la vida, como el aborto.
“Es el momento de restaurar la ética de la fraternidad y de la solidaridad” plantearon los obispos en su carta pastoral titulada “La sinodalidad, camino de identidad eclesial”.
El título de la pastoral llama a una reflexión profunda sobre los nuevos desafíos que presenta el mundo moderno.
El documento contiene párrafos que no tienen desperdicio. El siguiente es uno de ellos: “Vivimos en una época caracterizada por el individualismo, la indiferencia y la búsqueda de la realización personal, sin tomar en cuenta a los demás. El caminar juntos nos obliga a hacernos conscientes de que la conquista del bien y la felicidad humana solo es posible cuando asumimos tareas comunes”.
Existe en todo el contenido del documento un manifiesto interés de la Iglesia Católica por la defensa de la familia, argumentando que la crisis actual invita a recuperar el sentido de pertenencia, regenerando vínculos de confianza y de respeto. Y apoya su posición del papel de la familia precisando que ese núcleo es “la primera escuela donde los hijos aprenden de sus padres el valor de la escucha, la obediencia, la actitud del diálogo, del respeto, el amor indispensable para vivir, y otros tantos valores humanos”.
Son un manojo de reflexiones que reclaman la atención colectiva. Que haya ojos para ver y oídos para escuchar.