Ayer resaltábamos la eficacia en la prevención con la tormenta Franklin, el cumplimiento de los protocolos para este tipo de situación y la coordinación interinstitucional mostrada a través del COE (Comité Nacional de Emergencias).
Pero hay una realidad que resulta casi imposible de evitar por milimétricos que se haya sido, y es la fragilidad del drenaje pluvial en las grandes ciudades con inundaciones en calles y avenidas e imbornales desbordados, y ni qué decir de las carencias que se han manifestado en sectores marginados.
La tormenta Franklin, pese al esfuerzo previo, ha sacado a flote insuficiencias de las políticas públicas sociales que impactan mayormente en los más pobres.
La situación se ha visto complicada principalmente en los barrios marginados, en los denominados cordones de miseria en riberas de ríos y arroyos, en los que se repite el drama recurrente de personas que se resisten a abandonarlos.
Desde algunos lugares, La Romana en el este y la Mesopotamia en el sur, por ejemplo, se reportó que pobladores se resistieron a ser trasladados a sitios seguros y las autoridades tuvieron que usar la fuerza pública.
Eso no es nuevo. Hay un evento ilustrativo, cuando el ciclón David, de que pese a la negativa de la gente las autoridades están obligadas a hacer su trabajo, con prudencia pero con determinación.
Era el mediodía del viernes 30 de agosto de 1979, el día antes de ese intenso huracán, cuando los militares ocuparon los barrios populosos de la ribera del río Ozama y desalojaron con violencia, a patadas y culatazos, a todo el que se resistía a salir.
Fue aquella una acción compulsiva con la que se salvaron decenas de vidas, miles se podría decir, pero fue la única manera de que se entendiera la envergadura de lo que se avecinaba.
A esa responsabilidad nunca pueden renunciar las autoridades, aunque es entendible lo difícil que resulta para cualquier persona abandonar sus ajuares.
Con Franklin aún encima, no es momento de balances, pero sí de llamar al comedimiento, a que la gente siga recogida y a que todo el que pueda aportar algo, lo haga.
A los políticos, del gobierno y de la oposición, recomendamos con el Eclesiastés que hay “tiempo de lanzar piedras, tiempo de recoger piedras”.
fuenteelcaribe.com