París, (EFE) – Unas 895.000 personas viven sin hogar en la Unión Europea (UE), un fenómeno que va en aumento en la mayoría de los países miembros, como España, donde la cantidad de gente sin techo creció un 24 % entre 2012 y 2022, según un estudio publicado hoy por Feantsa y la Fundación Abbé Pierre.
El dato total, que en volumen equivale a que los habitantes de una ciudad como Marsella o Turín duerman sin techo cada noche, atestigua la «incapacidad de los países europeos para hacer de la vivienda un derecho fundamental», detalla este informe anual elaborado por la Federación Europea de las Asociaciones Nacionales que Trabajan con los Sin Hogar (Feantsa) y la fundación francesa creada por el abate Pierre.
Los autores del estudio precisan, sin embargo, que su balance se basa en los «datos fragmentarios» proporcionados por los países y las asociaciones que trabajan en la lucha contra el sinhogarismo -como es el caso de la Fundación Abbé Pierre, que lleva el nombre del creador de los Traperos de Emaús-, y que solo tienen en cuenta «las formas más visibles» de este fenómeno de exclusión.
En Alemania, ejemplifican, el primer recuento nacional realizado en 2022, detalló que hay 262.645 personas sin hogar, frente a una población de 83,2 millones, y España registró 28.552 personas atendidas en centros asistenciales de alojamiento y restauración (datos del Instituto Nacional de Estadística), un 24 % más que en 2012.
LA VIVIENDA INADECUADA, EN AUMENTO
Feantsa y la Fundación Abbé Pierre hicieron hincapié en el nocivo efecto que la inflación, con datos inéditos en Europa en dos décadas, ha tenido en una «crisis de la vivienda» que ya estaba «bien instalada» en Europa antes de la guerra de Ucrania.
Esta ha impactado sobre todo a los hogares más modestos, pero las medidas gubernamentales para paliar la inflación han sido «insuficientes» y no han estado adaptadas en función de los niveles de ingresos.
Otra de las grandes preocupaciones constatadas es la mala calidad de los alojamientos en el parque de viviendas europeo.
Pese a que globalmente las condiciones de los domicilios mejoraron en las últimas décadas, «millones de personas continúan viviendo en condiciones indignas».
Por ejemplo, en Rumanía, en 2020, un 45 % de la población habitaba en domicilios superpoblados y en Bulgaria un 13 % lo hacía en casas sin inodoros. Ese mismo año, casi una quinta parte de la población (18%) vivía en viviendas que podían considerarse no aptas para la habitabilidad en Francia.
«La vivienda inadecuada se encuentra en la encrucijada de una serie de problemas sociales, económicos y políticos: la precariedad de los hogares más modestos, la desregulación del mercado inmobiliario y la especulación, las políticas públicas fallidas, un parque de viviendas sociales insuficiente o en mal estado, etc», detalla el texto.
Así, «a falta de recursos o de servicios sociales, una franja de la población, incapaz de hacer frente al elevado coste de la vivienda, se encuentra cautiva de un submercado de alquiler degradado o atrapada en propiedades imposibles de renovar», agrega.
Y en la adaptación de la vivienda al cambio climático, las renovaciones deberán hacerse evitando un aumento de costes para los hogares.
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