El mundo recuerda hoy, al cumplir 22 años, el ataque terrorista al World Trade Center de Nueva York, considerado la más mortífera acción de esa naturaleza en la historia, y el mayor desastre de la aviación provocado intencionalmente, en el que resultaron muertas 2,996 personas y unas 25,000 heridas.
También es el incidente más mortífero para bomberos y agentes de la ley en la historia de los Estados Unidos. Perecieron 343 bomberos, 23 policías de la ciudad y 37 agentes de la Autoridad Portuaria. Todavía, más de dos décadas después, se reportan efectos secundarios, físicos y psicológicos en trabajadores de servicios de emergencias, voluntarios y los propios policías y bomberos que participaron en las tareas de rescate.
Aquel martes 11 de septiembre de 2001 en el que el grupo terrorista Al Qaeda perpetró cuatro ataques suicidas contra las Torres Gemelas en Nueva, el edificio del Pentágono en Washington y en las afueras de Shanksville, Pensilvania, abrió una nueva etapa en el mundo. En estos dos últimos lugares murieron 184 y 40 pasajeros, respectivamente, y los miembros de la tripulación.
Es un antes y un después en la condena, rechazo y lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo religioso. Estos hechos desataron una solidaridad entre las naciones pocas veces vistas, y se fortaleció la integración de los países en torno a planes, proyectos y legislaciones contra el terrorismo.
Todavía hoy no se puede asumir que a nivel internacional el terrorismo asista a sus últimos estertores, pero es un método aislado y despreciado en todas partes, lo mismo que la violencia que atenta directamente contra la vida de las personas.
La comunidad internacional no cesa de trabajar en la prevención y lucha contra el terrorismo en todas sus formas y en todas partes, aunque existen muchas distorsiones para su enfrentamiento, porque hay naciones, principalmente poderosas, que a la par con un discurso de combate a las acciones terroristas, no transitan el camino de la paz y hacen demostraciones de fuerzas y promueven las guerras.
Esta es una fecha de tristeza para la humanidad, en la que es tradición de que haya ceremonias especiales en Nueva York, Washington y Pensilvania.
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