Del paro de labores en la región del Cibao ayer lunes se puede decir que se trató de una convocatoria atípica, porque reúne una serie de condiciones que lo distancian de aquello a lo que nos tienen acostumbrados los denominados grupos populares, a cuyos dirigentes tradicionales sorpresivamente no se les vio en esta oportunidad, aunque fueron utilizados los métodos que les caracterizan, basados en la coacción, la intimidación y la violencia.
Lo primero que llama la atención, y de ahí el calificativo de atípico, es que trascendió lo meramente reivindicativo, porque apadrina un ambicioso pliego de demandas, tan generales que semejan un acabado programa de gobierno con objetivos de imposible cumplimiento en el mediano plazo.
Lo otro ha sido la intención de paralizar, en forma simultánea, las 14 provincias que integran la región del Cibao, inimaginable pretensión, salvo que el interés fuera otro y no el que públicamente pregonaron sus patrocinadores.
No hay interés en entrar a considerar la eficacia o no de la paralización, aunque salvo en las acostumbradas zonas levantiscas, la cotidianidad y actividades productivas y económicas siguieron con normalidad en casi todas las provincias involucradas.
Inclusive, se cree que la mayor visibilidad y si el tema estuvo en la agenda, se debió a la desproporcionada y nada inteligente intervención policíaco-militar, así como el afán gubernamental por desmeritar ese movimiento, con lo que desconoce el derecho de toda persona a manifestarse sin restricciones donde fuere, siempre que se cumpla con la ley que regule la materia de que se trate.
Precisamente la coacción, la intimidación y la violencia de que hablamos, desnaturalizan a este tipo de protestas, aunque no sobra recordarles a las autoridades que la represión y el empleo de la fuerza lo único que provoca es atizarlas; y decirles también a los que promueven actos vandálicos, que corrompen las protestas y motivan la repulsión de la ciudadanía.
Como editorializamos recientemente en defensa del derecho a la protesta de un partido político opositor, son temas y situaciones que desatan pasiones, pero que lo peor sería no decir lo que se cree y se piensa. Y más si de por medio están la vigencia plena de las libertades públicas y el fortalecimiento institucional del país, por nuestro convencimiento de que el miedo a hablar está escrito en las páginas más negativas de la historia de la humanidad.
fuenteelcaribe.com