Definitivamente, el gobierno no ha demostrado ser un real doliente de Las Dunas de Baní.
Otra vez, y frente a la ceguera del Ministerio de Medio Ambiente, amplias áreas de esta reserva científica han vuelto a ser sometidas a una perversa depredación.
Pese a que su misión es proteger a capa y espada ese monumento natural del país, esas autoridades solo reaccionan cuando ya los daños están consumados.
Es una historia que se repite sistemáticamente.
Un año atrás, justamente, el Listín Diario denunció y protestó por las extracciones indiscriminadas de sus finas arenas.
Y, como ha ocurrido en cada caso, las autoridades solo saben responder con excusas o cuentos de caminos para minimizar sus incompetencias y descuidos.
Las agresiones de las últimas semanas a esta Reserva Científica son más graves que las anteriores, denunciadas el 20 de enero de este año.
Solo cuando se pusieron en evidencia los depósitos de cemento y bloks que formaban parte de una estructura para levantar viviendas en la misma reserva, las autoridades reaccionaron ante el despropósito.
Prometieron que “de aquí a finales de marzo (de este año) deberemos estar inaugurando nuevas unidades de control y vigilancia” de las Dunas.
Váyase a ver la realidad.
Las Dunas, en estos momentos, sufren un acelerado e impune proceso de destrucción de su capa boscosa, calcinadas por fuego intencional o por la tala criminal de muchos de sus árboles.
Como siempre, esta depredación se ha hecho bajo la sombrilla de la irresponsabilidad, incompetencia y probablemente contubernio de la autoridad llamada a custodiar tan sagrado patrimonio nacional.
No solo pasa con Las Dunas.
Ocurre casi lo mismo con todas las reservas ecológicas del país, supuestamente “protegidas” por la ley, pero expuestas a la degradación de indolentes dominicanos que pretenden hacer grandes negocios con estos recursos naturales.
Si ese ministerio es incapaz o inútil para garantizar mínimamente la protección de esas áreas, pues que lo cierren y lo reemplacen por un organismo más eficaz.