En momentos en que es más que evidente el escalamiento de la guerra en Ucrania, ya se puede decir con propiedad que lo que se libra en un territorio ajeno, prestado, es una conflagración entre Rusia y Estados Unidos, con la Unión Europea como telón de fondo. Es lo que allí ocurre, aunque hay quienes prefieren hablar de guerra “híbrida” o por “delegación”.
Es para mayores males, una coyuntura en la que, además, se ahondan las fricciones de las dos principales economías del mundo, potenciadas actualmente con lo de los “globos espía”, lo que nos sitúa en el tiempo perfecto de que empiecen a ganar cuerpo y terreno las posiciones de los que aman la paz.
Por enésima vez, y cuando en vez de avizorarse el final del conflicto en Ucrania las señales son de que va para largo, nos colocamos del lado del papa Francisco para denunciar con él que “quien desata la guerra y la violencia traiciona a Dios y niega su Evangelio”.
Se debe incrementar y ganar adeptos el discurso del sumo pontífice, que ha sido la única persona influyente que se ha atrevido a decir que el que está sufriendo es el pueblo ucraniano. Eso así, porque ante la falta de un liderazgo mundial capaz de llamar a las cosas por su nombre, cada cual juega en favor de sus propios intereses.
En ese contexto ha sido la del papa la voz solitaria que, sin temor al chantaje ni a la iracundia, a la vez que condena la invasión y a Putin, rechaza también a países poderosos que envían armas a una confrontación desigual y abusiva.
“Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre”, ha sido la proclama del pontífice.
Desde los días posteriores al 24 de febrero de 2022, elCaribe ha insistido en un punto, que ahora reitera, casi un año después y con un escenario más delicado y peligroso: Esa guerra insensata y cruel debe terminar, a contrapelo de los que azuzan, de los que “enchinchan” y apuestan a que se profundice y prolongue, mientras el pueblo de Ucrania es el que sufre.
fuenteelcaribe.com