Eran los albores del año 1998, laboraba en el diario La Nación cuando recibí la encomienda del doctor Julio Hazim de entrevistar al general Elías Wessin y Wessin, al margen de la que le haría en su programa “Hola” el difunto periodista César Medina.
“Es una fuente muy interesante que la prensa no ha sabido aprovechar”, me dijo.
Al abordar al legendario caudillo militar, creo que cometí un error nunca recomendable en la técnica de la entrevista: iniciar con una pregunta “dura” o molesta.
“General, ¿usted no siente arrepentimiento por su papel protagónico en el derrocamiento del gobierno del profesor Juan Bosch?”.
Siempre tuve la impresión de que yo le caía simpático a mi entrevistado por su trato deferente y su complacencia cada vez que lo abordé como presidente del Partido Quisqueyano Demócrata (PQD), secretario de Interior y Policía o de las Fuerzas Armadas.
Sonrió, o sea que mi pregunta no le fue incómoda, y respondió que “uno se arrepiente cuando hace algo malo y creo que lo que hice no lo fue, y luego el tiempo me dio la razón. Otra cosa, yo no creo que mi papel fuera protagónico, como dices, y además ese gobierno no lo tumbó nadie: cayó solo”.
Wessin, el «clavito» de Bosch
Durante los siete meses de Bosch en la presidencia de la República, El general Elías Wessin y Wessin fue para el presidente Juan Bosch como el clavito en el zapato durante sus siete meses de gobierno.
Sus relaciones fueron siempre álgidas, distantes y muchas veces tensas.
En uno de los momentos más críticos del principio del fin de su corto gobierno, cuando trataba de cancelar el nombramiento del entonces Director del Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas (CEFA), Bosch se enfrentó al abierto y franco rechazo de todo el alto mando castrense.
Don Fabio Herrera Cabral, viceministro de la Presidencia, sabía que el mandatario jugaba con candela y se exponía a graves consecuencia con eso de la cancelación. Propuso, pues, que era mejor la remoción de Wessin como jefe del CEFA, pero esto también fue rechazado por el alto mando.
Fue ahí que Bosch planteó su renuncia. No bastaron los afanes disuasivos de Herrera y ciertas instancias militares para que reconsiderara y dejara sin efecto su propósito.
Bosch fue categórico en que “un presidente que no puede cancelar ni remover un oficial subalterno no tenía razones de funcionar ni era presidente de nada, por lo que lo más digno para él era renunciar al cargo”.
En medio ese pugilato entre si renunciaba o no sobrevino su derrocamiento en la madrugada del 25 de septiembre de 1963.
Wessin restaba importancia al rol de liderazgo que se le atribuía en la conspiración ni en la ejecución del putch que defenestró al primer presidente constitucional tras el fin de la tiranía trujillista.
“Yo diría que el golpe de estado del 25 de septiembre de 1963 no fue obra de nadie en particular”, sostenía. “Creo que ese gobierno se cayó solo, por la tozudez del mandatario y su inclinación izquierdista en el momento más crítico de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética”.
Las «garras comunistas»
Recalcaba el otrora “hombre fuerte de San Isidro” que en aquellos momentos la situación en Latinoamérica era crítica y estaba sacudida por la subversión comunista en todos los flancos.
“La subversión y la guerrilla eran exportada para todos los sitios por la dictadura castrista y la República Dominicana estuvo en peligro inminente de caer en las garras comunistas”, aseveraba.
Pasando revista a las graves contingencias ideológicas de aquellos años, recordaba Wessin que “ni siquiera el cuartel estuvo blindado a la penetración izquierdista”.
“En aquellos días recibíamos con mucha frecuencia informaciones sobre hallazgos de propaganda marxista en plenos recintos castrenses y eso era algo muy grave, que no podíamos verlo con indiferencia”, resaltaba.
Decía que había funcionarios del gobierno incluso más a la izquierda que Bosch, “que era mucho decir”.
Sostenía en la entrevista que “Solo en el Distrito Nacional funcionaban 42 escuelas de formación marxista-leninista y los planteles públicos eran también usados para tales fines”.
Conforme a las explicaciones del antiguo director del CEFA las sedes de gobernaciones provinciales, sobre todo la de San Pedro de Macorís, eran escenarios de abierto adoctrinamiento marxista.
“Se daban constantes casos de sedes de gobernaciones y ayuntamientos cedidos al Movimiento Revolucionario 14 de Junio para charlas de adoctrinamiento a cargo de connotados marxistas, como Dato Pagán y el doctor Manolo Tavárez Justo, entre otros izquierdistas de igual nombradía”.
Según Wessin “todo aquello era fuente de mucha inquietud y disgustos en los mandos militares, que en diversas ocasiones se lo planteaban al presidente Bosch, pero este nunca le hacía caso. Era una clara demostración de que sabía lo que estaba pasando y lo consentía”.
Señalaba que el problema no era solo de adoctrinamiento sino, algo peor, el entrenamiento militar sobre el arte de la guerra y el terrorismo en las áreas cañeras.
“Los sindicatos cañeros estaban infiltrado por la izquierda y las acciones de adoctrinamiento y entrenamiento ocurrían a la vista de todos, porque ni los grupos marxistas ni los cuadros radicales del propio PRD lo disimulaban”, acotaba.
Finalizo preguntándole: A usted se le señala como artífice y líder principal de la conspiración contra el gobierno y su derrocamiento ¿qué tiene que decir?
“Que solo fui uno de tantos oficiales inquietos con lo que estaba pasando. No me vanaglorio de ningún liderato, porque creo que todos tenemos la misma gloria de salvar el país de las garras marxistas y creo que las generaciones posteriores deberían reconocernos como sus salvadores y de no estar hoy esclavizados como los que aún viven en esa gran cárcel comunista llamada Cuba”.